diciembre 19, 2018

Sabía “comer bien” hasta que quedé embarazada

Tengo que aceptar que era de las que me vanagloriaba por “saber comer bien”, por haber logrado adquirir hábitos saludables que me permitían llevar una vida sana y activa. Esto, además, había sido el resultado de años de sufrimiento con el peso, de haber hecho todas las dietas posibles por hacer, ir a terapia, bajar, subir de peso (a veces en una misma semana) hasta que llegué a un equilibrio en mi vida con el que me sentía en armonía, segura de mí misma y con las herramientas necesarias para llevar una vida sana, sin dejar de darme gustos, sin tener que contar calorías y manejando un peso saludable… hasta que quedé embarazada.

El embarazo es una bendición. Partamos de esa premisa; y lo es, la ilusión de tener una familia, de verle la cara al bebé, verle los crespos de tu esposo, sus ojos -ojalá-, tu sonrisa… no tiene precio y es un sentimiento que solo entienden las que lo viven o lo han vivido. Pero así como es una bendición, es yo creo, de los retos más difíciles que tenemos que enfrentar como mujer (y eso que aún no he llegado al de la maternidad): vivir muerta del sueño, estar cansada todo el tiempo, quedarse prácticamente dormida en reuniones de trabajo, tener que correr al baño cada media o una hora, y lo que ha sido para mí el culpable de todos mis males: las náuseas, y acá está el catch de todo el cuento; lo único que cura las náuseas es comer, pero pregunto, ¿a quién le dan ganas de comer cuando está que se vomita? a NADIE.

Con todo este memorial de agravios en mente, armé una lista de las 3 razones de por qué el embarazo me ha hecho volver al punto cero, a la incertidumbre de si estoy comiendo bien o no, ¿estoy nutriendo a mi hijo?, qué comer, qué no comer, ¿estoy engordando muy rápido?, ¿cuánto debo engordar? etc. Espero que esta pequeña confesión les sirva a todas aquellas mamás que estén viviendo lo mismo.

1. Soy vegetariana

O bueno, soy un intento mediocre de serlo, o como decía mi jefe “flexitariana”. Antes de quedar embarazada no comía carne, pollo, pavo ni ningún animal, excepto pescado de vez en cuando (realmente cuando salía a comer y compartía platos), comida de mar, de vez en cuando huevos, queso y yogurt. Sentía que estaba en una transición segura al vegetarianismo, y ojalá en un futuro, al veganismo. Me gustaba describir mi forma de comer como un 80%-20% vegetariana. Aún pienso que es la mejor manera de comer; es lo mejor para la salud, y lo mejor para el medio ambiente.

Pero, ¿embarazada? hay que luchar contra nuevas amenazas: la mamá, la suegra, y el esposo encarnizados (literalmente) con el tema de la proteína, porque, ¿quién iba a creer que hay más fuentes de proteína que no es la animal? Bueno reto # 1. Una mujer común y corriente (no en estado de embarazo) debe consumir unos 50 gr. de proteína al día. Una mujer embarazada de 70 gr. a 110 gr.

Ahora, yo tampoco tengo la certeza de que soy capaz de consumir 110gr. de proteína a punta de frijoles, quinoa, vegetales, proteína en polvo y demás. Así que me tocó empezar a incorporar algunos animales en mi dieta: pollo, pescado…

2. Los restaurantes.

Hay una regla clave y clara para todas las embarazadas: nada de frutas ni verduras mal lavadas. Sencillo (y por supuesto, lógico!) Pero, para alguien como yo, que en todos los restaurantes pide una ensalada o algo acompañado de vegetales (porque hay que sumarle verde al día), ¿qué carajos pide uno en un restaurante? Olvídate de la sección de ensaladas, ¿quesos? mm solo si son hechos con leche pasteurizada, ¿quién le va a preguntar al mesero que dónde compran ese queso y que si es hecho con leche pasteurizada? Adios al brie y todos los quesos blandos…

El pescado es siempre una buena opción y además, el único animal que comía en mi “vegetarianismo” pre-embarazo. Pero, no pueden ser pescados grandes, (los grandes se comen a los chiquitos y tienen mucho mercurio), así que piensa en tilapia, salmón y pare de contar. Nada de atún, mero, etc. Además, en todos los artículos recomiendan no comer más de 12 onzas de pescado a la semana, eso es, no más de 2 porciones… difícil…

¿El tercer mal en los restaurantes? las salsas, no pueden tener huevo crudo, ¿ustedes saben cuántas salsas se hacen con huevo crudo?

3. Comer cada 3 horas.

Antes de quedar embarazada no comía entre comidas. Era muy de vez en cuando que picaba algo (sano) cuando ya no podía con el hambre, pero jamás he sido de picar. Desde que quedé embarazada, todo el mundo (incluso mi hermana que aún no ha estado embarazada) me dijo que debía comer cada 3 horas, que lo único que quita las náuseas es comer.

Durante mis primeras semanas, caminaba erguida, con sonrisa de oreja oreja, jurando que pasaría invicta con las náuseas. A la fecha había sentido una patética excusa de mareo, que había calmado con soda. Con el tiempo, sin embargo, sumando semanas, fui sintiéndome cada vez más enferma, y sí! Todos tenían razón, lo único que quita las náuseas es comer, pero de nuevo, ¿a quién se le ocurre comer cuando tiene escalofríos, anda con los pelos de punta, y con ganas de vomitar y matar al mundo entero? Reto # 3, comer sin apetito y con náuseas.

Lo peor de todo el cuento es que puedes armarte de onces, de llevar 3 paqueticos de comida consciente en tu cartera: almendras, frutas, etc., pero la verdad es (al menos para mí) cuando llega el mareo lo último que me quiero comer son unas almendras que me dejan la boca más seca. ¡No! una almojábana, una arepa, un pan de yuca, ¡eso sí puedo comer! ¿Me entienden?

A este punto me he llenado de “harinas”, quesos y lácteos y comiendo cada 3 horas lo que se me aparezca porque honestamente al momento no he sido de las que empacan sus 3 paqueticos de comida consciente en la cartera, he bajado notablemente la ingesta de vegetales, porque ya no puedo comprar mi jugo verde en el sitio de siempre y si llevo, no me entra, nada de ensaladas por fuera, solo en la casa. Llevo 3 meses con la misma bolsa de almendras en mi cartera y he sucumbido en tres ocasiones a la hamburguesa con papas agrandadas y queso. Pero bueno, ¿quién lleva la cuenta?

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