Algo sucede cuando uno decide ser mamá. Uno piensa en todas las cosas que su hijo va a ser y en todas las que no. Por supuesto, en cada uno de estos escenarios el de uno es el niño que corre más rápido, juega todos los deportes, come sano y es un niño feliz. Pero más allá de una que otra crítica a la pobre mamá en el restaurante, a la que le están haciendo una pataleta desalmada, uno realmente no se sienta a pensar en qué tipo de padre quiere ser. Pero una vez estos posibles escenarios se convierten en una realidad, se viene una avalancha de teorías y prácticas alrededor de la crianza: ¿vas a dormir con él?, ¿vas a darle teta? Y si sí, ¿hasta cuándo?, ¿cuándo le vas a empezar a dar comida?
Es difícil tener la libertad de ser padres a nuestra manera. Desde el momento en que uno anuncia el embarazo, nos convertimos en un buzón de sugerencias abierto al público 24 horas al día, 7 días a la semana; todo el mundo tiene una opinión sobre cómo debemos dormirlo, cómo debe comer, cómo debemos vestirlo, etc. Y como los bebés no vienen con manual, es fácil perder la luz en medio de tantas opiniones. El instinto, nuestro instinto, empieza a perderse entre las palabras de los demás.
A eso sumémosle el hecho de que ahora más que nunca estamos inundados de información de todo tipo que contradice una y otra teoría. La maternidad se convierte en un blanco y negro sin matices, y nos convertimos en abogados de teorías que otros señores en otros países han desarrollado porque a ellos les ha funcionado.
Y, en medio de toda esta avalancha de opiniones, Andrés y yo decidimos criar a Juan Antonio a nuestra manera. Decidimos hacer muchas cosas que iban en contra de la corriente, que no era lo usual o lo común dentro de nuestro círculo social y familiar: somos partidarios del colecho, creemos vehemente en la lactancia materna exclusiva, en el poder de la teta, en la crianza con apego, el porteo y dejar que la naturaleza juegue su rol en todos los sentidos.
Para esto, para poder ser padres a nuestra manera y con libertad creo que es fundamental tener en cuenta lo siguiente (o al menos esto nos ha funcionado muy bien a nosotros):
Informarse.
La maternidad o paternidad no tiene que ser blanco o negro, no hay que casarse con una sola teoría, pero si se sienten identificados con una, es probable que todas las demás aristas de esa corriente los termine por convencer.
Por ejemplo, el colecho es una práctica que incita a la lactancia a libre demanda. El porteo es parte esencial de la crianza con apego mientras que manejar un horario de comida puede ir muy de la mano al entrenamiento del sueño.
Es importante leer mucho sobre el tema y ver, como pareja y como papás, con qué corriente se sienten más identificados, más cómodos y más a gusto.
Escoger 2 mamás que admiras y apoyarte en ellas.
Este consejo me lo dio una amiga de mi esposo durante el embarazo y hasta ahora me ha funcionado muy bien. Así como uno tiene amigas para diferentes situaciones (a la que le contamos nuestros problemas, a la que llamamos para que nos haga sentir mejor, con la que nos vamos de viaje, etc.), la maternidad funciona igual. Dentro de ese tsunami de opiniones es importante escoger una o dos mamás con las que uno se identifique y apoyarse en ellas a la hora de pedir consejos.
Instinto.
Es tan pero tan importante en nuestra vida y es de las cosas que más olvidamos e ignoramos. En una sociedad en donde el tiempo no para, es difícil conectarse con nuestro instinto. Pero ese instinto es el que nos lleva a tomar las mejores decisiones y cuando nos convertimos en mamás, ese instinto sale a relucir con todo su esplendor.
Hay que conectarnos todos los días con nuestro instinto. Hay que parar y escuchar, y sentir lo que nos dice la barriga. Vivir con el instinto prendido es vivir con armonía.
Estar de acuerdo con la pareja.
Ahora, además de todo lo anterior, también tenemos que llegar a un acuerdo con nuestra pareja. Con esa persona que viene con su propia colcha de retazos; con sus propias creencias, valores y costumbres sobre la crianza. Este puede ser el punto más importante.
Se puede caer el mundo encima, nos pueden llamar hippies, locos, etc. (¡que lo hacen!) pero Andrés y yo tenemos que estar 100% de acuerdo con la decisión que vayamos a tomar respecto a la crianza de Juan Antonio.
No todos los bebés son iguales.
Aún sin tener la experiencia de más de un hijo, puedo decir que esto es cierto. No todos los bebés son iguales, y lo que te funciona con el primero no es necesariamente lo que te va a funcionar con el segundo. Por eso creo que es tan sensible el tema cuando nos sentamos a dar consejos específicos sobre cómo dormirlos, alimentarlos, etc. No todos los bebés son iguales y es importante que como padres, ustedes empiecen a identificar las señales de su bebé. Con el tiempo ellos nos van conociendo a nosotros, y nosotros a ellos.
Se vale intentarlo todo y se vale cambiar de opinión.
¡Por supuesto que se vale! No hay una sola respuesta. ¿Cuántas veces han pensado “jamás haría eso con mi hijo”, o “a mi hijo sí le voy a poner esto o aquello”? ¡mil! La verdad es que es muy fácil juzgar desde afuera. También es una cosa muy distinta la decisión que tomamos cuando estamos embarazadas, a cuando tenemos el bebé ya en los brazos.
Nadie nace sabiendo ser padres, equivocarse es parte de la labor.
La relación de pareja es fundamental, no solo para la crianza de un niño sano y un bebé feliz, sino para el bienestar general de una persona. Recuerda, puedes tomarte todos los jugos verdes que quieras, hacer yoga y la parada de manos, pero si no estás en una relación de pareja que te haga sentir plena, tu vida no está en equilibrio.
¡Yo te puedo ayudar! A través de mi programa y paso a paso, encontraremos maneras para que lleves una vida más sana y por supuesto, más feliz.
Si no has descargado mi eBook, haz clic aquí. En él te comparto mi historia, todas las dietas, inyecciones y hasta pastillas que alcancé a tomar, pero sobre todo, te comparto las herramientas que me sirvieron (y sigo utilizando hoy) para romper el ciclo, liberar mi mente de toda esa culpa, y aprender a comer sano y feliz.