Desde mis 13 años comencé una batalla con mi peso y con mi alimentación. Pasaba épocas en las que pesaba 47 kilos y otras, 58. Mi peso oscilaba mes a mes, semana a semana. Nunca sentí que tenía un problema alimenticio, pues vomitar después de comer o dejar de comer nunca fue lo mío. A mí me pasaba completamente lo contrario, solo quería comer. La soledad, la tristeza, el estrés, solo me daban ganas de comer.
Era como si la comida llenara un vacío en mí, pero en cuestión de minutos el vacío se convertía en culpa. Una culpa tan profunda que solo me daban ganas de llorar, sintiéndome estúpida por no tener la fortaleza de parar. Por no saber parar. Por no ser suficientemente flaca, por no ser suficiente.
Me tomó muchos años en entender por qué me pasaba eso y, sobre todo, aprender a cambiarlo. La clave nunca estuvo en una dieta, ni siquiera en llegar al peso que quería (que lo hice), sino en entender el porqué y el para qué lo hacía. Usar la comida como mecanismo de defensa va mucho más allá de no tener fuerza de voluntad o de ataques de ansiedad.
Y por eso estoy aquí. Para decirte que tú también puedes hacerlo porque yo te voy a compartir el paso a paso para que tú logres por fin salir de este ciclo y retomar el control de tu peso y de tu vida.