A los 26 años me fui de la casa. Me fui a estudiar a España y desde que regresé no quise volver a la casa de mi mamá. A pesar de inflar el pecho por ser la primera de mis amigas de aventarse a la independencia (en Colombia muchas mujeres esperan hasta casarse), estaba realmente asustada. Tan asustada que primero me fui a vivir con un novio con el que llevaba menos de dos meses por apaciguar un poco el miedo -pero esa es otra historia…
Fue entonces cuando Lorenza llegó a mi vida. Una bulldog de 5 semanas, 2,5 kilos y unos dientes delgados y filudos que parecían alfileres. Las primeras semanas no fueron fáciles. Lorenza se comió 5 pares de zapatos, todos los audífonos que tenía y hasta un paquete de pastillas anticonceptivas, razón por la cual me tocó correr a urgencias un viernes a las 3 de la mañana.
Hasta el momento en que supe que estaba embarazada, Lorenza fue el centro de nuestra vida; dormía con nosotros, la llevábamos a todos lados, hasta Nueva York fue a parar. Sin lugar a dudas, un bebé iba a significar un cambio importante en su vida y yo quería estar preparada, tanto por la seguridad del bebé como por los sentimientos de Lorenza. Así que leí todos los Blogs posibles, vi todos los capítulos que pude de César Millán y hasta llamé a una asesora de perros.
Hasta ahora nos ha ido muy bien con Lorenza y Juan Antonio. No puedo decir que son mejores amigos, porque hasta ahora él se está dando cuenta de lo que lo rodea (tiene 4 meses), pero Lorenza es una perra feliz, nosotros vivimos relajados y Juan Antonio ya está acostumbrado a sus sonidos, su olor y su presencia. Estamos seguros de que es el comienzo de una de las relaciones más importantes que va a tener nuestro hijo en los próximos años. Y estoy convencida de que una relación como esta es fundamental para el desarrollo psicosocial y emocional de un niño, así que quiero aprovechar este espacio para compartirles qué me funcionó y qué no.
1. El entrenamiento empieza desde el embarazo.
Así como el embarazo nos prepara para el parto, esos 9 meses nos dan esa ventana de oportunidad para corregir cualquier comportamiento del perro (y de uno) que creamos que pueda afectar al bebé. En nuestro caso fue sacarla de la cama. Lorenza no dormía con nosotros pero sí se acostaba todas las tardes mientras veíamos una película o leíamos un libro. A la hora de dormir, se iba juiciosa a su cama.
Sin embargo, sabíamos que era crucial acostumbrarla a no subirse. Con 25 kilos de peso y una ansiedad que solo puede caracterizar a un Bulldog, sabíamos que era muy fácil que le hiciera daño al bebé sin querer. Por eso, desde el día en que supimos que estaba embarazada, bajamos a Lorenza de la cama.
2. El bebé también es autoridad
Esto es fundamental. El bebé también es autoridad, no es igual a ella. Ella debe respetarlo y entender cuál es su lugar en la familia. Por esta razón, desde el momento en que empezamos a organizar el cuarto de Juan Antonio, Lorenza no tenía permitido entrar. Debía quedarse por fuera, al frente de la puerta y esperar. La entrenamos a punta de galletas -¿hay alguna otra manera de hacerlo?- y funcionó.
Ahora bien, como todo Bulldog, ella es terca y no sobra el día que entre al cuarto y se acueste en el tapete. Es un camino con ajustes, pero hoy en día, si ella ve que entramos al cuarto de Juan Antonio, se queda sentada, afuera, expectante, esperando a que le demos permiso para entrar.
3. Si nosotros estamos tranquilos, ellos también.
Mi esposo es nervioso, asquiento y cuando ve una mosca dice “¡uy cuidado con ese tigre!” Sobra decir lo nervioso que (los dos) sabíamos que iba a ser con el bebé y con Lorenza y era importante tener una conversación sobre cómo lo íbamos a manejar.
Los perros -igual que los bebés- sienten nuestro estado de ánimo, ya sea de calma y armonía o estrés y angustia, y eso que sentimos se lo transmitimos. Por lo cual, si Lorenza se está acercando demasiado al bebé y le gritamos, ella va a sentir es miedo y su reacción no va a ser la que esperamos. Puede sentir que la estamos rechazando o no entender qué está haciendo o mal o por qué la estamos regañando.
A Lorenza le hablamos siempre. Nunca gritamos. Nunca. Cuando ya está muy emocionada o lamiendo mucho a Juan Antonio le decimos “gracias gorda, ya suficiente, gracias por tus besos” y ella se aparta de él.
4. Presentarlos desde el día 1
Hay muchos Blogs y expertos que recomiendan darle al perro la primera prenda que usó el bebé, para irlos acostumbrando a su olor y presencia. Creo que depende de las razas y los Bulldogs son dulces y amigables con los niños. Por eso nunca le pusimos ninguna cobija ni ropa de Juan Antonio.
Lo que sí hicimos, fue presentarlos desde el primer día. Apenas llegamos del hospital, yo se lo acerqué y dejé que lo oliera y lamiera y poco a poco, conforme pasaban los días, fui dejando que se acercara más y más.
Hoy lo coge a besos babosos unas 4 veces al día y yo soy feliz porque ella no siente el rechazo, Juan Antonio no siente miedo, y todos esos besos de perro lo que hacen realmente, es llenar al bebé de defensas. ¡Así que todos ganan!
5. No olvidarlos en el proceso
Es la más obvia pero la que más olvidamos. Es normal que con la llegada de un bebé toda la atención gire en torno a este nuevo integrante de la familia. Pero no olvidemos a nuestros amigos caninos, que nos han acompañado por las duras y las maduras, porque no vamos a encontrar nadie más leal con nosotros que ellos, porque no importa si salimos solo cinco minutos a recoger algo en la portería, cuando subimos, baten la cola de emoción como si no nos vieran hace años. Porque la felicidad del perro es estar con uno.
Así que hay que sacarlos a pasear en la medida de lo posible, consentirlos, decirles que los queremos, cortarles las uñas y bañarlos y nunca pero nunca olvidarlos en el proceso.
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