noviembre 14, 2018

La edad de transición: alimentación entre los 6 y 12 meses

En las últimas semanas hemos estado revisando la alimentación en los niños. Arrancamos con la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, para pasar a la complementaria de los 6 a los 12 meses de edad. Esta semana entonces,vamos a hablar de algunas generalidades de los niños entre los 12 y 24 meses y lo que generalmente se conoce como la edad de transición.

Pretender abarcar este tema en un solo artículo es inverosímil, pero creo que es importante arrancar con algunos consejos y algunas generalidades sobre esta etapa para entender qué es lo que está pasando con nuestros hijos. Entender este cambio, esta transición, nos va a ayudar a saber cómo debemos apoyarlos,reaccionar y cómo debe ser su alimentación.

1. Autoalimentación.

Es durante esta etapa que los niños empiezan a tener mayor curiosidad sobre la comida, aprenden a comer con los dedos, con utensilios de comida, probando y estimulándose con diferentes texturas. Es nuestra labor fomentar esta curiosidad y enseñarles a autoalimentarse.

2. Creación de hábitos.

Los niños empiezan a crear hábitos alimenticios lo que significa que todo lo que hagamos alrededor de la comida tiene una repercusión en la creación de sus propios hábitos. Entonces, si tenemos poco tiempo para la comida, está mal preparada, hay mucha distracción a la hora de la cena, o no se les involucra en el desarrollo y preparación de éstos, es probable que generen reacciones negativas hacia la comida.

Este punto es clave. Recordemos que los niños aprenden de la imitación, nosotros podemos decir qué deben o qué no deben hacer y dar órdenes todas las veces que queramos, pero si nosotros no estamos implementando estas mismas reglas, es muy difícil que ellos también lo hagan.

Algunos consejos para crear hábitos sanos de alimentación en nuestros chiquitos es:

A. Determinar una hora fija para la comida, especialmente la cena, en donde -ojalá- toda la familia se pueda sentar a compartir y comer.

B. No fomentar el uso de pantallas ni nada que los pueda distraer mientras comen. Esto les ayuda a crear esa conciencia, del “estar presente” o mindfulness, que es tan importante en la creación de una relación sana con la comida.

C. Involucrarlos en la cocina. Esto es, cocinar con ellos, dejarlos ayudar en la preparación de la cena, que escojan qué verduras quieren comer, qué quieren que lleve su sánduche, cuál es el menú de la semana. Incluso llevarlos al supermercado para escoger las frutas y verduras que se van a consumir esa semana en la casa.

3. Son egocéntricos.

En esta etapa los niños se están dando cuenta de sus limitaciones, pero también de todo lo que pueden lograr solos. Ya no son bebés y no necesitan a la mamá o a la nana todo el día. Ellos van a intentar buscar esa autonomía en todo lo que hagan. Pensemos por ejemplo, en un niño intentando cargar cajas muy pesadas.

Nuestro rol es ayudarles a sentir esa autonomía sin dejar de lado, por supuesto, su seguridad. Pero es importante que ellos encuentren esa libertad de hacer las cosas y conocer sus propias limitaciones.

4. Rituales.

Durante el paso del primer año al segundo y a la etapa de prescolar, los niños empiezan a crear ciertos rituales alrededor de la comida. Empiezan a convertirse en “problemáticos” para comer,  “chochos”, o difíciles y todos los adjetivos que se te puedan ocurrir bajo esta rama.  Básicamente empiezan a fijarse en cosas como el orden de los alimentos. Por ejemplo, el yogurt se debe servir primero, después las frutas y de últimas la granola. Un alimento no puede tocar otro en el plato, o no les gusta que venga todo mezclado.

Todo esto hace parte de esa autonomía que ellos están buscando en ese camino por definir qué les gusta y qué no. Para nosotros los padres, la clave es la PACIENCIA y siempre apoyar esa curiosidad.

5. Preferencias de alimentos.

Generalmente a los 2 años, los niños van a preferir lo dulce y lo salado por encima de lo ácido y lo amargo. Por eso es tan importante que intentemos presentarles una gran variedad de sabores, olores y colores y que ellos mismos puedan experimentar los 5 sabores.

También van a preferir lo familiar, lo que se come en casa y lo que generalmente repetimos en nuestras comidas. No obstante, es también en esta época que los niños empiezan a ir al jardín, en donde empiezan a estar expuestos a una cantidad de alimentos nuevos. Es aquí donde esa autonomía y esa autorregulación es tan importante. Es probable que en muchas escuelas, guarderías o jardines, los alimentos que se compartan no sean los más sanos y aquí lo que debemos hacer es confiar en lo que les hemos enseñado hasta el momento y que ellos mismos empiecen a clasificar los alimentos.

6. Autoregulación.

Hay algo supremamente importante que hay que tener en cuenta en esta etapa y es que los niños, a diferencia de los adultos, comen cuando tienen hambre y paran cuando se sienten satisfechos. ¿Cuántos de nosotros no quisiéramos volver a tener ese control? ¡Seguro varios alzaron la mano! Después de los 5 años perdemos esa “autoregulación” y guiamos nuestra alimentación por directrices sociales y culturales, como “es la hora de al comida” o porque todos comen, yo como.

Los niños a esa edad no son así. Ellos tienen el poder. Saben cuándo empezar y cuando parar, y es imprescindible que lo fomentemos.

7. Las restricciones.

Hasta ahora hemos hablado sobre todo, de cómo debemos dejarlos ser libres, de apoyar esa curiosidad, esa búsqueda de autonomía y esa autoregulación a la hora de comer. Pero eso no quiere decir que debamos educar niños completamente libres y sin ningún tipo de límites o disciplina a la hora de comer.

No obstante, sí es importante tener en cuenta que, entre más restrinjamos ciertos alimentos, más los convertimos en la “fruta prohibida”. Es una premisa que parece vieja, frase de cajón incluso, pero es cierta. ¿O nosotros no fuimos jóvenes? Seguro que cada uno puede pensar en alguna prohibición en su niñez o adolescencia que haya resultado en una pasión desenfrenada por obtener ese fruto prohibido. Pues con los niños pasa lo mismo.

Por supuesto que hay que poner límites, y hay formas de hacerlo, de una manera sana y amorosa. Por ejemplo, no tener en nuestra despensa alimentos procesados y llenos de azúcar. Pero también debemos dejarlos experimentar y probar en el colegio, o en la fiesta de cumpleaños del amigo, el ponqué, la pizza o las gomitas que venían en la sorpresa. Un control muy firme sobre los alimentos puede llevarlos a tener incluso una relación no sana con la comida (sobre todo cuando se trata de las niñas).

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