Sin lugar a dudas, este ha sido uno de los años más difíciles que he tenido que vivir y seguramente, que MUCHOS hemos tenido que vivir. Una gran cantidad de personas ha perdido sus trabajos, sus seres queridos o simplemente su paciencia, motivación o resiliencia.
En un año donde reina la incertidumbre y el miedo, hemos parado procesos, desechado ideas y procrastinado metas. Es fácil perder la perspectiva de las cosas y de lo que realmente importa en la vida.
Yo siempre le digo a Andrés que fue un año agridulce para mí: tuve que enfrentar perder dos embarazos, dos bebés, y TODA una ilusión de volver a ser mamá, pero también tuve la oportunidad de ponerme a prueba, sacar adelante mi negocio, mi proyecto de vida y poder compartirlo con tantas de ustedes, que me han acompañado este año y me han permitido crecer. Para cada una de ustedes, solo tengo la mayor GRATITUD.
Ahora que nos acercamos al final de este año me puse a pensar en si lo volvería a vivir tal y como lo hice. Y si lo hiciera, ¿qué hubiera cambiado? Fue entonces cuando decidí escribir esta carta. Más que una carta es una lista de “lecciones” aprendidas en este 2020. Son las cosas que me hubiera gustado saber ese primero de enero, cuando me engullía uva tras uva, pasándolas con champaña y deseando lo mismo: un bebé y montar mi propio negocio.
Así que hoy se las quiero compartir. Seguramente ustedes tendrán su propio “decálogo” de enseñanzas (aunque bueno, tiene que haber diez para llamarlo decálogo). Pero tal vez alguna de estas les toque el alma o simplemente sea justo lo que necesitaban oír en el momento preciso; o quizás es justo lo que tienen que recordar el próximo primero de enero en el momento en que empiecen a contar las 12 uvas (y apartar las suyas para que nadie se las quite).
Así que aquí les dejo esto con todo el amor.
1. Hay cosas en la vida que no controlas, pero tú tienes el PODER de ELEGIR cómo vas a reaccionar.
Ni el Covid, ni la pandemia, ni el encierro es algo que cualquiera de nosotros hubiera podido prever o controlar. O peor aún; el perder a un ser querido por esta enfermedad, o que nuestra pareja haya perdido su trabajo.
A nosotros este año nos dio Covid -a los tres-, un carro atropelló a Lorenza (para las que no la conocen es mi Bulldog de siente años), se murió el tío de Andrés por Covid y yo tuve dos abortos espontáneos. Nada de eso lo hubiéramos podido prever y mucho menos controlar y ESO para mí ha sido de las lecciones más difíciles que he tenido que aprender. Soy controladora y planeadora, me gustan las rutinas, los horarios y sobre todo… CONTROLAR.
Así que de alguna manera Dios, la vida, el universo -como le quieran llamar para mí siempre es Dios- me puso este enorme reto en el camino para enseñarme que hay cosas que simplemente no puedo controlar, así que ¿para qué les boto energía? Más bien me enfoco en lo que sí puedo transformar: mi mentalidad hacia la vida, mi diálogo interno, mi trato hacia las otras personas, mi autocuidado y la manera en que gasto mi tiempo.
2. Cuando las cosas no salen como esperas o planeas te estás enfrentando a un “guayabo de expectativas”*.
Para las que no son de Colombia, el guayabo es lo que sientes el día después de tomar demasiado alcohol. Es esa sensación de querer meterse en la cama, con las sábanas cubriendo hasta el último pelo, la rabia de “¿por qué me pasa esto a mí? O el ¿qué hice yo para merecer esto?”, etc.
TODO esto lo sentimos de la misma manera en la vida real cuando la vida no cumple nuestras expectativas. Nos sentimos decepcionadas, desilusionadas y mucho más aferradas a esa expectativa inicial. Puede ser encontrar una pareja, el trabajo que tanto deseabas, el aumento de salario o tener un bebé.
La clave ahí es empezar por entender la profundidad y el origen del dolor, la rabia y la decepción. Arranca por cuestionarte lo siguiente:
- ¿A qué están atadas tus expectativas?, ¿a otra persona?, ¿a tu pareja?, ¿a la sociedad?, ¿es el “deber ser”?
- ¿Es un estándar que te pusiste a ti misma? Ejemplo: “cuando cumpla 30 ya tengo que estar casada con dos hijos y dos perros” o “a mis 35 espero estar ganando ya xxx millones de pesos al año”.
- ¿Tus metas eran realistas? Y date la oportunidad de ser honesta contigo misma…
- ¿Dependen de algo que pasó en el pasado?
* Concepto definido por Christine Hassler
3. Está bien estar mal
Esta es otra buenísima. Está bien estar mal. A veces sentimos una presión innecesaria por estar bien y desafortunadamente no está en nuestro “ego” decidir que ya estamos bien, ni en la sociedad, ni en lo que nuestra familia crea que es un tiempo prudente “para dejar ir las cosas”. Eso solo depende de nuestro “yo interior”, nuestro “yo auténtico”, o, a lo que yo llamo “el lenguaje de la tripa”.
Podemos querer “dejar ir” las cosas tan rápido como sucedieron, pero las emociones no funcionan así, los duelos no funcionan así. Ahí sí que más sabio no podría ser el dicho de “dale tiempo al tiempo” o “el tiempo lo cura todo”.
Permítete sentirte mal, permítete SENTIR. Si sientes que debes llorar, llora; si sientes que tienes rabia, ¡siéntela! Todas estas emociones son parte del proceso.
4. Todo está en la perspectiva y en las expectativas
Tal cual. La mayoría de las veces en que sentimos desilusión o dolor es porque los resultados no concuerdan con nuestras expectativas. Puede ser la reciprocidad de amor en una relación de pareja o en una amistad, puede ser lo que esperas de tu jefe o de tu trabajo. Hay mil y un ejemplos en los que el dolor es el resultado directo de cuando esa ecuación falla; de cuándo los resultados no concuerdan con nuestras expectativas.
5. El “soltar” no es algo que puedas controlar
Si hay algo que mucha gente me aconsejó durante este proceso era “soltar” y honestamente, es mucho más fácil decirlo que hacerlo, porque de nuevo el “soltar” no depende de tu ego, de tu parte racional. Seguramente racionalmente estás dispuesta a “dejarlo ir”, a “soltar” pero tu corazón y tu alma no. Así de simple.
Por supuesto no se trata de aferrarse a un evento doloroso por el resto de tu vida, ni permitir que alguna situación difícil DETERMINE tu vida, pero tampoco quiere decir que tengas que ignorar las emociones, meterlas dentro de un cajón de tu memoria con candado y no volverlas a mirar hasta que de la nada, se viene una avalancha de emociones que ni tú sabes cómo controlar o parar.
Las emociones hay que sentirlas.
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